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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


15 abril 2024

Luces y revelaciones. Caminando sin rumbo por las calles de Nueva York.

 




Un pequeño viaje recorriendo Nueva York sin más rumbo que los pies. Encuentros y descubrimientos, aquí y allá. Sus calles, sus gentes. Un pequeño resplandor. 

Luces y revelaciones. Grandes, pequeñas.








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12 abril 2024

Última Luz -VIII Concurso Internacional de Haiku La Luna Roja-



Última Luz




camelia en flor,
hinchados por la llovizna
lápices de colores





final del zazen,
el gato del templo
se estira un poco más





llegando el verde
a las ramas de los árboles,
en el aire, el cernícalo





el rumor del oleaje…
sin apartarse del agua
los caballos losinos





cae la tarde,
a contraluz, el tenue reclamo
de las avefrías





el movimiento del agua
en el viejo lavadero,
las nubes, deshilachadas





primeros estorninos,
el ligero brillo de las azucenas
al final del día





noche sin luna,
se vuelve hacia la luz
un gato negro





sol poniente,
con el agua de la marisma
las huellas de los caballos





llovizna nocturna,
más claro el canto
de los sapos parteros





el viento en las cañas,
se adentra en el agua
la última luz del día

 








 


Me gustaría dedicar este reconocimiento a la propia Luna Roja, insistente luz, infatigable al desaliento y las dificultades. A todas las personas que con su tesón y trabajo la hacen posible. Al entusiasmo que la sostiene. A la alegría. A esa belleza que brilla en el camino que se comparte. A su luz.

Gracias.











03 abril 2024

Cartografía para náufragos


Cuando el mundo era niño y yo también lo era caminaba a veces despacio y otras deprisa. Muy recto a veces y otras dando vueltas y vueltas. Sin ir a ninguna parte. Y qué quieto estaba entonces, cuando llegaba a cualquier sitio.


Recuerdo los zapatos de mi padre, grandes, como barcas, junto al río. Y los pies de mi hermano, tan pequeños, transparentes como el agua.

El vuelo de los saltamontes, y el inesperado azul entre sus alas. Las ranas. Y los chopos apuntando al cielo.

Recuerdo la voz de mi madre.

Y la luz que en ella había.

La luz. Atravesando las alas de los caballitos del diablo. Y el temblor, qué pequeño, de la hoja de anea cuando volvían al aire.

Recuerdo al niño que dibujaba mapas. De las nubes y del río. Al niño, tan quieto, que miraba cómo las golondrinas, sin saber por qué, rozaban el agua, un segundo, sin abandonar el aire. Al niño que de mayor quería ser náufrago.

Creo que conocí a aquel niño. Cuando el mundo era un río y el río una tarde verano.

Y la luz que en ella había.



Transparentes como el agua. Tan pequeños como los pies de su padre. Otro niño dibujando mapas, travesías, islas y anacondas.

El regalo de un niño a otro niño.

Un itinerario que da vueltas y vueltas a veces, y otras avanza bien recto, como la estela de un barco. Que a veces va deprisa y otras despacio. Que solo descansa, bien quieto, junto al tesoro, al final de la aventura.

Como un río. Como el niño que lo mira.

Sin saber ya lo que era.

Un río.

Asomado a sus aguas el niño que de mayor quería ser náufrago. Y el niño que después lo logró. Y las nubes que había entonces. Y las que después formaron sus huesos.

En él los pies descalzos y la luz. Y aquella voz. En él los chopos y el cielo. El azul entero de todos los veranos. Los caballitos del diablo.

Su temblor.

Cuando el mundo era niño. Como siempre lo ha sido.